Hay que salvar las encinas
Debo confesar que me será muy difícil en este escrito sensibilizar a toda la
población y administraciones públicas sobre el desastre tan enorme que están
sufriendo las encinas de esta tierra que es la comarca de la Sierra de Huelva y
sur de Badajoz.
Por estar interesado en el feliz logro de mi propósito, habida cuenta de que
el tiempo apremia, me resulta difícil hallar palabras que sean capaces de
diseñar con trazos firmes la imagen real de la situación: las encinas se secan,
la dehesa muere.
Árboles longevos que superan varios siglos están desapareciendo día a día
poniendo en peligro nuestro ecosistema, la dehesa.
Muchas son las plagas y enfermedades que atacan y padecen estos árboles,
pero me voy a centrar en una, que sigo con muchísima preocupación. Se trata de
un escarabajo de unos cinco centímetros de longitud y uno de grosor llamado
cerambyx cerdo.
Este escarabajo deposita sus huevos en las partes más débiles de la encina
para facilitar la posterior penetración de las larvas hacia el interior de las
ramas o del tronco, donde vivirán entre tres y cinco años. Estas larvas, cuando
llegan a su madurez, son como gusanos de cinco a ocho centímetros de longitud,
un centímetro de grosor, piel bastante fuerte, redondo y anillado, de cuerpo
blando y color blanco. En el tiempo que viven, hacen multitud de perfectas
galerías entrecruzadas que secan la encina.
Ruego a todas las administraciones públicas competentes o no en la materia;
a la universidad, a las asociaciones, a los propietarios de fincas y a todos
mis paisanos de la comarca Serrana que nos unamos y nos ayudemos para luchar
juntos en defensa de uno de los signos más preclaros de identidad de nuestra
comarca: la dehesa.
No nos podemos conformar con palabras, no tenemos tiempo, no podemos demorar
la acción si queremos trasmitir a nuestros hijos y nietos un ecosistema tan
bello como nosotros recibimos. Si nos descuidamos, le entregaremos un cadáver
de lo que tuvimos.
Hay que legislar y, como ahora se dice, “ponernos las pilas” y trabajar codo
con codo para atajar ésta y otras plagas o enfermedades que atacan a este árbol
centenario.
No podremos seguir presumiendo de nuestro incomparable jamón ibérico de
bellota si perdemos los cimientos de su calidad y denominación: la bellota de
la encina.
Nos empobreceremos a pasos agigantados si perdemos la riqueza que nos
aportan nuestros encinares. ¡No quiero ver La Sierra sin encinas!